Cuando la gente te ve con trillizos lo más comentado es: "cuánto trabajo!! qué dineral!! vaya barriga tendrías!!! cómo te las apañas? me pasa a mí y me da algo, te admiro!!"
Y yo os digo: lo peor de tener trillizos no es el trabajo que dan (que lo dan), porque con organización, paciencia, ganas, y por qué no decirlo, ayuda, se sale adelante perfectamente.
Lo peor no es el dinero que cuesta (que lo cuesta), porque te das cuenta de que a veces los bebés no necesitan tantas cosas materiales (os aseguro que muchas son perfectamente prescindibles) y en nuestro caso heredar ropita y accesorios de primos y amigos no ha sido nunca un problema. Y a la que dejas atrás leches especiales y pañales, la cosa cambia.
Lo peor no es (o no lo fue en mi caso por lo menos) tener una gran barriga, porque de hecho mi embarazo fue muy bueno a pesar de considerarse de riesgo.
Lo peor es la sensación de que mientras atiendes a uno, no puedes estar con los otros dos. Qué tú eres una y ellos tres, cada vez más grandes y más independientes, y cada uno de ellos reclama su atención personalizada. Que cuando estoy acunando a uno de ellos un rato antes de ir a dormir (si, cada noche por turnos los cojo un ratito a cada uno), escuchas a los otros decir: mami, ya me toca a mi!!! Y te gustaría partirte en tres para poder abrazarlos a la vez.
Pero... ¿sabéis? Hasta eso es positivo. Porque mis hijos saben desde que nacieron que hay que compartir, que hay que saber esperar, y que nunca estarán solos porque tienen dos compañeros de juegos de su misma edad que encima duermen en la misma habitación. Y yo, que soy su madre, tengo amor infinito para los tres hasta el día en que me muera.